La Historia que Recuerdo

Tía Ana Vicencio
Discurso Inaugural, Marzo 2006

 

Casita de Madera - 1969

Por diversas razones, he ido contando la historia del Colegio. Esta vez lo haré casi sin fechas.

Llegué a él en su casa de Pedro de Valdivia en 1972. Era un Chile muy especial, había esperanzas de cosas diferentes, pero en la educación fiscal, en mi escuela de Macul, ésta se había estancado; buscando nuevos proyectos y estilos de enseñar supe de otras experiencias. El CLI, ya con 5 años de creación, era la expresión de una Cooperativa de padres y apoderados que inicialmente habían creado un colegio de vanguardia al que accedieran hijos de funcionarios internacionales, CEPAL, UNESCO .OMS, etc. Paulatinamente se incorporaron también hijos de funcionarios de gobierno, de artistas nacionales y extranjeros y de familias que compartían la propuesta educativa. No fue extraño sorprenderme a la salida del Colegio con una voz que me invocó “La manivela”, como si nó, era Delfina Guzmán tratando de juntar a los Meza, como ven no es nuevo eso de encontrarse a las mamás y papás en el patio tratando de arriar a sus hijos para llevarlos a casa. Por allí veo la figura clara de Ariel Dorfman o de Sarita Horwitz o de José de Simone el educador argentino, o del psicólogo Jaime Coloma. A veces me daba la impresión de que el colegio quería ser diferente solo por serlo, los niños eran como todos lo que había conocido. Tal vez algo más espontáneos y a la vez resignados. El colegio no tenía un edificio ni instalaciones adecuadas. Pero había un calorcillo diferente. La disciplina era de un grato convivir, salvo a la hora del almuerzo. Rápidamente me propuse ordenar la mesa de mi primer año, hacer turnos y dejar bien establecido que los huevos duros atravesando el galpón no me gustaban para nada. Para mi sorpresa, a nadie molestó que tratara de formar algunos hábitos.

El 73 me sorprendió con otro primer año. Muchas cosas sucedían y el 10 de setiembre solemnemente nos reunimos para decidir que era mejor que al día siguiente los niños no asistieran. El 11 encaminé a mi hijo a su bus de acercamiento y me dirigí al Latino escuchando los malos chistes de Jimmy Brown a su Ludmila antes de comenzar la Pequeña Serenata Nocturna. Nada extraño hasta llegar y ver una columna de humo en el Colegio, esta vez no era una travesura de quemar papeles en el subterráneo, era nuestro mayordomo quemando las fichas, asustado porque había tanto niño extranjero en el Colegio.-¿ Y usted que hace aquí? Nadie más ha venido y es mejor que se vuelva a su casa. Ya todo habría de cambiar. Niños que recoger en los lugares más insólitos para llevarlos a Embajadas diferentes a las que albergaban a sus padres. Profesores y profesoras uruguayas, brasileras venezolanos buscando refugio. Visitar departamentos y llevar pelucas, documentos, disfraces. Otras Embajadas. La casa de la parcela con niños asustados esperando un avión y mojando los colchones. Entrega feliz final. Sabemos que pudieron salir y están con sus padres.

De pronto me encontré sin Colegio y cesante, con subsidio por cesantía. Pedro nos reúne y propone continuar con el Latino ¿Por qué no? Adelante. Somos más de 20, algunos se van retirando. Nuestros padres y amigos son avales y proveedores de los más diversos artículos y enseres. La cooperativa de padres nos hereda el nombre, algunos pupitres y la posibilidad de arrendar la casa que albergaba al jardín Infantil. Perdimos el piano, pero nos instalamos en Luis Thayer Ojeda y Quillay.

Casa sólida de arquitectura que ostenta una ominosa mancha de pintura roja que nunca quisimos borrar. Todo espacio es aprovechado. Por mucho tiempo haré de un invernadero mi sala de clases. Baldosas en las que las sillas arrastradas hacen un ruido poco grato pero aceptable. Niños criando codornices en la sala, jugando a la batalla de Maipú, vistiendo las medias rosadas de los flamencos del cuentista de las selva, juntando las letras, haciendo las palabras, las matemáticas de colores, la música. Es La Escuela nuevamente.

Siguen llegando padres, madres y niños. Nuevos maestros amigos, algunos aceptando volver a las clases de la primaria desde la universidad que les cerró sus puertas, para comprobar que nunca abandonaron la sala de los más pequeños y ¡Cuánto saben de ellos!

Es la excelente era de “pastelero a tus pasteles” cada quién en la tarea que mejor conoce. Parvulario, primaria, música, gimnasia, dirección del colegio, gerencia, secretaría, mayordomo, servicios, psicólogo, contador, transportista…

Todavía sufriremos la diáspora. Hay que aprender a firmar para sacar pasaporte. ¿Cómo la Javierita va poner sólo su dedo entintado? Las serias y calladas niñitas Estrada irán a Holanda. No pocos se quedarán en Chile, pero se acercarán más a escuelas de colonias o confesionales. Así y todo, crecemos, cantamos el himno y buscamos una insignia, nace la paloma que compitió con el primer mochilo cuadrado y zanquilargo.

Alfonso Aliste, nuestro primer director, miembro del club de andinismo Los Alegres Caminantes, nos convence de que subir cerros es saludable, para conocernos mejor, saber compartir y ser todos iguales, desafiando alturas, dormires inquietos, comidas extrañas, formas cambiantes, ayudar al menos resistente, cuidarnos mucho. Pablo, el menor de todos, aportará su experiencia con los Scouts y dará forma más tarde al Club de Excursionismo ¡Qué de experiencias y gratos momentos! La audacia llevaría más tarde a algunos al Plomo y al Aconcagua, a Toulouse, París y Londres. ¡Cuánta falta nos hace el excursionismo!

Este fue un paréntesis del recuerdo.

Adoptamos colores, tenemos un coro y equipo de fútbol. Ya no cabemos y comenzamos a recorrer la Comuna de Providencia. Los Leones, Andacollo, Llewellyn Jones, Los Leones

(la casa de la esquina), Las Violetas, Bustos… Puyehue.

Otros también nos ayudan a contar la Historia: “ La historia del Colegio Latinoamericano de Integración puede dividirse en tres etapas más o menos configuradas. Ellas son las de la familia, la de la comunidad y la última y actual que está caracterizada por un proceso que podría denominarse como de “normalización” o “hacia la normalidad”( Ex alumnos 1989).

Tía Ana Vicencio y Tío Pablo Potocnjak con delegación de estudiantes CLI en "jOURNÉES ARC-EN-CIEL" TOULOUSE. Francia, Julio 1989El crecimiento nos había llevado casi sin conciencia, a crear la Enseñanza Media. Ya los niños no se iban de Octavo, pero les graduábamos de su Enseñanza Básica. Llegada de profesores, búsqueda de los mejores, partida de los que necesitaban otras experiencias. Los alumnos, Se acuña la condición y expresión de retornados. Algunos son recuperados, otros intentan adaptarse, no por su decisión sino la de sus padres, a esta escuela con tíos y tías. América, África y la vieja Europa, los habían formado con más autonomía y se sentían muy maduros. A nosotros, ¿Quién nos había enseñado a recibir a estos niños y jóvenes tan conmovidos, sorprendidos y , a veces, molestos?

Vuelvo a las citas del 89” las características del Latinoamericano, por aquella época, lo hacían un Colegio especial. Muchos de los apoderados eran personas de izquierda ligadas o adherentes al gobierno derrocado. Muchas de ellas sufrieron las secuelas de aquello, proyectos frustrados, aspiraciones coartadas, algunos la tortura, y muchos el exilio. Así mismo, los profesores del Colegio se encontraban no sólo conscientes de aquello, sino comprometidos con esta realidad, que afectaba a nuestro país, que caracterizaba el presente aquel y hoy de la historia del latino. Pero nosotros, los alumnos, no nos sentíamos en un refugio político. De hecho, no lo era. Lo que nosotros sentíamos de él eran los primeros signos de nuestra formación, percibíamos valores y estímulos, vivíamos una realidad, pero éramos incapaces de compararla con cualquier otra y poder decir “somos distintos”

Experiencias inolvidables. Actos de fin de año apoteósicos e ingenuos. Echar a volar un inmenso volantín que recorría Chile. Contar los recuerdos de una vieja campana, traer al escenario un cargado Equeco. Todo lleno de música, caracterizaciones, nerviosismo y sentidos discursos.

Marzo me dice que todavía debíamos sufrir el peor atentado, la peor ofensa, la experiencia más cruel que el portal de una escuela pudiera sufrir. Chacales que el chacal rechazaría. 1985. Todo se interrumpió. Tuvimos que buscar fuerzas para contener a los niños, para tragar lágrimas, para enfrentar policías y jueces, presidente de la corte, abogados que pretendían enseñarnos a hablar con las autoridades sin ofenderles para preguntar dónde estaban José Manuel y Manuel, ¿de dónde sacaban que la mía no era forma de pedir explicaciones? Turnos para velar por el tío Leo en la Clínica. Cuidarle sin verle. Cantar el himno por las calles, con los niños hacia el cementerio. Un cerco de padres protegiendo. La llamada comunidad del Latino en toda su presencia. No me digan que la vida trae consigo todo esto o que debemos pasar por pruebas. Todavía puedo rechazar la bestialidad humana con mucha energía.

Y seguimos haciendo escuela. Y nos dividimos, multiplicamos, sumamos y restamos, para dar forma a otras escuelas, para que naciera el Latino Cordillera, para que la sociedad Pomaire, comience a disolverse y a dar paso al Colegio Latinoamericano de Integración S.A. Para que esta tía Ana tenga el privilegio de estar presente y dar continuidad a un Proyecto en conjunto con todos ustedes, para reformar, para incrementar, para remozar y volver a anticiparse en una vanguardia educativa. La Escuela Nueva siempre la estamos buscando y cuando creamos que lo sabemos todo y que ya hicimos lo mejor es que nos hemos anquilosado y no merecemos las alegrías de un niño o las dudas y proyectos de una adolescente.

 

Santiago, Inauguración Local Puyehue, Marzo 2006